ES - Janecke, Christian: Vacation Comfort (1983-1984), Libro Bosslet – Obras en España, Extraverlag, Berlin, 2014

Christian Janecke

Vacation Comfort (1983-1984)

Se pueden observar fotografías de nuestras ciudades a principios de los años ochenta y si se es honrado, se reconocerá que muchas partes no han cambiado tanto como los pesimistas culturales nos quieren hacer creer.
En cambio, uno observa las fotografías de tema turístico que Bosslet hizo en Tenerife (¡y esto sería aún más obvio si hubiera hecho fotos en Mallorca!) y es consciente de que todo ha cambiado, todo está cambiando o está tomándose un respiro para seguir cambiando, y eso aunque -o quizá precisamente porque- en principio no ha cambiado nada. Porque los principios pueden acabar con una cosa o incluso con una región. Y si este principio es precisamente la optimización de beneficios a través del turismo, entonces todo, verdaderamente todo lo que podemos ver (o podíamos ver entonces) a través del objetivo de una cámara está sometido al cambio. La frase de Brecht “No reconoceréis los frutos por su sabor” se refiere aquí a todas las cosas, incluidos los hombres. Porque el número de bañistas en la playa, de paseantes por la avenida, su procedencia y número, incluso el año de construcción de los coches y autobuses en la calle, la densidad y altura de las construcciones, el grado de elementos folcloristas y de elementos simplemente funcionales y modernos que uno adivina en los edificios, que parecen personalizar el acuerdo entre alojamiento masificado y codiciada casa de vacaciones, el grado de inconveniencia de la indumentaria (comparada con las costumbres autóctonas) igualado con el grado de conveniencia del mismo (teniendo en cuenta el tiempo soleado) – todo esto, todo este escenario, todo lo que el ojo ve, es una manifestación del turismo.
A diferencia de lo que ocurre en los lugares no turísticos, donde la arquitectura, instalaciones, habitantes, vestimenta y tráfico nos dicen cómo se mezclan las condiciones naturales con las tradiciones culturales y los elementos innovadores, aquí todos los parámetros del día a día confluyen en un gigantesco equilibrio. Es como al principio de una película de ciencia-ficción, en la que una multitud de ciudadanos desprevenidos caminan bajo la lluvia sin saber que existe otra realidad oculta por una delgada membrana de cotidianidad, actividad y normalidad. Pero este argumento no tiene nada que ver con una teoría de la conspiración, sino que más bien los intereses particulares de los trabajadores y hombres de negocios nativos convergen con el exceso de turistas que buscan descanso, a su manera, en una estructura sutil en la que, por supuesto, también se incluyen factores externos: hoy en día, por ejemplo, el sector turístico reacciona de forma flexible y rápida a las guerras, catástrofes naturales, o escasez de energía que ocurren en determinados lugares para así poder, si es necesario, canalizar a los viajeros a otra parte del planeta.
Puede ser que esta observación sea sentimental, pero uno cree ver en estas fotos de Bosslet, que tienen ya un cuarto de siglo, una forma razonable y al mismo tiempo ‘analógica’ del cambio constante: vemos la especulación con el suelo, la multiplicación de beneficios, las torres de hormigón, la autoexotización o la pérdida de control, y además de la forma más inmanente posible, es decir, a través de la visón de una particular zona, aún hoy específicamente turística, del viejo oeste antes de 1989. Toda la serie se fotografió en blanco y negro, lo que no parece indicar ninguna sensación de nostalgia. Más bien, la desaparición de los colores en estos motivos normalmente chillones parece ayudar a concentrarse en las cuestiones estructurales: ¡¿Qué es lo que está haciendo esta isla turística consigo misma?!
En cada fotografía se puede leer la frase: „Bleiben Sie Kalkulierbar“ (Permanezcan calculables) – en el tono imperativo típico de la publicidad de la época (aunque sin los símbolos de exclamación), y con una mezcla de texto y fotografía asentada en la tradición de John Hilliad, Jochen Gerz y especialmente Viktor Burgins. El sarcasmo de esta frase, que en cierto modo reside en la superfluidad del consejo -¡aquí todo es calculable!-, pertenece, como sólo precisamente hoy podemos comprender, a aquel mundo ‘más pequeño’ del principio de los años 80. La frase, de tonos críticos (y según la perspectiva de aquellos tiempos, totalmente justificada), pertenece a la modernidad tardía por completo en cuanto que su intención de desilusionar trata de mostrar que aquello que se cree sin control es, en realidad, calculable. Por el contrario, observando desde la atalaya actual los procesos capitalistas, que sin estar atados a un lugar físico determinado interfieren globalmente en todo acontecimiento, se podría tener un motivo para mirar hacia atrás con algo de melancolía e ira a aquella ‘Calculabilidad’, ya denunciable entonces.

Christian Janecke
Traducción Javier Krawietz Rodríguez