ES - Janecke, Christian: Móviles e immóviles I-IV, Libro Bosslet – Obras en España, Extraverlag, Berlin, 2014
Christian Janecke

„Móviles e inmóviles I-IV“ (1982)

Esta fotoserie de Bosslet viene con las alforjas cargadas de significado – tiene que ver con la pintura, con la correlación entre la pintura y la realidad en la que ésta se inspira, una realidad que, además, puede volverse motivo de la pintura misma; tiene que ver con la capacidad de la fotografía de fijar situaciones de tal modo que pese a estar escenificadas, parece que nunca han sido de otro modo, y con un montón de cosas más.
Como en otras de sus obras, Bosslet pone en juego unas determinadas reglas, cuyos efectos se pueden apreciar en los motivos elegidos en cada caso y sin bagatelizar los resultados. Lo fascinante de esta fotoserie es que todo esto no se hace de forma rigurosa, sino únicamente de forma consecuente y por lo tanto sin dejar de lado un cierto sentido del humor.

En 1982, el artista recorre Tenerife con una Vespa de segunda mano, aparca delante de las casas tradicionalmente pintadas con colores alegres y aplica allí mismo a su vehículo los colores exactos de la casa situada junto a la moto – estas escenas son fotografiadas, y también las situaciones en las que los colores no concuerdan con aquellos de la próxima casa a la que acaba de llegar (I.).
Los colores aplicados al scooter se convierten más tarde en modelo para colorear partes del paisaje. Un cactus que crece junto a la Vespa aparcada, las piedras que yacen en el suelo o se levantan en forma de muro, presentan ahora los mismo colores que el ciclomotor que aparece junto a ellos – la escena se fotografía (II.).
La moto aparece después pintada consecutivamente en los tres colores primarios y los tres secundarios intermedios – si bien en colores pastel muy claros – y aparcada frente a muros nada destacables en su colorido – y se hace una foto (III.).
Finalmente, un scooter absolutamente pintado de blanco, a excepción de las ruedas, es situado frente a zócalos de fachadas de expresivo colorido, pero de color y materiales cambiantes – y es fotografiado (IV.).

La primera parte de la serie, sin lugar a dudas la más notable, nos lleva a una 'Interaction of Color' muy particular. Al adaptar cromáticamente el ciclomotor a las casas correspondientes, la paleta de la arquitectura tradicional de estos pueblos, basada tanto en convenciones (neo) folclóricas y (falta de) gusto como en clichés turísticos, experimenta no tanto un homenaje como un minucioso examen. Dado que, por un corto espacio de tiempo, al menos dos cosas – una casa y un scooter – hablan el mismo lenguaje cromático, la fachada coloreada arbitrariamente parece ser menos arbitraria y al ser fijada en la imagen fotográfica junto a otras superficies planas se vuelve compositivamente observable y discutible.
La experiencia del Arte real (que ya permitía entender como arte constelaciones cotidianas involuntarias), importante durante finales de los 70 y principios de los 80, funciona aquí como base: Bosslet encuentra la composición definitiva de formas más o menos cuadradas en las fachadas, en una realidad situada fuera del arte. Ahora bien, es su decisión como artista elegir esta casa y no otra casa, así como el encuadre adecuado de la fotografía. Estas trouvailles no resultan revalorizadas porque se les de el toque final al ponerlas junto a un color que choca con ellas temporalmente y que salva por completo su valor estético. Más bien, es precisamente ese elemento desdeñosamente estético llamado ‘scooter’ lo que ha resultado encontrado, y se convierte, mediante una estrategia de inmersión barroca, en un primer plano plástico con una imagen plana detrás. Durante este corto momento visual que ha sido puesto en escena, los colores pueden hacer como si los criterios por los que han sido elegidos no fueran simples ni faltos de reflexión (¡al menos, hasta que se vuelva a pintar encima de ellos!).
Es sabido que, por ejemplo, en la pintura flamenca del Siglo XVII las damas de la nobleza o el patriciado que podían permitirse un retratista gustaban de posar junto a sirvientes africanos de piel especialmente negra para resaltar su palidez – podemos imaginar que es esta misma razón por la que se rodeaban de estos subordinados también en situaciones que nada tenían que ver con el retrato. Esto nos lleva a reflexionar sobre el grado de movilidad que deben mostrar aquellas cosas que los hombres consideran relevantes por el colorido de su entorno o de su fondo – no sólo aquellas que son puestas en escena para una fotografía, sino también cosas cotidianas. Mientras que por ejemplo la vestimenta, interpretada como un conjunto de colores, es algo que muchas personas pueden definir por sí mismas, resulta más difícil – y probablemente sólo los más acomodados y las celebridades puedan hacerlo – acomodar cromáticamente cosas más grandes como coches o cosas inmóviles como casas, paisajes o la decoración de un interior para que sus colores convengan. Incluso para aquellos privilegiados, esto sólo sería posible durante un momento dado y preparado y, por lo tanto, no sería una imposición a su vida, sino una imposición a los medios con los que demuestran su estilo de vida. Lo que resulta curioso y tampoco está exento de humor en Bosslet es, en primer lugar, que ha puesto en práctica sus trabajosas instalaciones, que otros en su vanidad podrían reclaman para sí mismos, en cosas simples, y en segundo lugar, que le ha dado la vuelta a la tortilla: no es el scooter (que podríamos decir está más vivo que una casa inmóvil) el que recibe un fondo de colores acordes, sino que, al contrario, es el inmueble el que recibe una especie de “alfombrilla” de colorido flexible.
Que el ciclomotor, en la segunda parte de la serie, se convierta a su vez en patrón y lleve la batuta del color, mientras que las partes del paisaje, al ser pintadas, sigan sus especificaciones, nos lleva poco a poco a interpretaciones emblemáticas: si reconocemos la jerarquía ‘Casa-scooter-elementos del paisaje’, podemos también inferir que el ciclomotor obedece a su superior y castiga a sus súbditos, es decir, exige que las piedras, muros y plantas hagan el mismo tributo de mimesis que antes él hizo antes con la casa.
Las partes III y IV de la serie deletrean aún más las posibilidades: ante la constante ‘scooter’, la variante del color se vuelve expresiva, así como también, ante los variables fondos de las casas de alegres colores, la constante del ciclomotor blanqueado parece casi fantasmal, el recorte de una silueta que se convierte en sello. De esta forma, también se aborda el establecido concepto de lo imprevisible que acompaña, al menos desde Easy Rider, a una motocicleta – incluso en la nada cool y muy pacífica imagen de una Vespa estropeada por el uso.
Algunas casas de Gran Canaria se vieron por casualidad envueltas, mediante el trabajo de Bosslet, en las grandes cuestiones del color en el arte moderno, probablemente sin que las mismas (o sus propietarios) se enteraran jamás de ello. O, como dijera la criada de Eleonora Duse después de que su señora le señalara que tenía la inequívoca huella de la mano del deshollinador, que acababa de pasar por la casa, sobre su trasero: „¡Te roza la felicidad, y no te enteras de nada!“

Christian Janecke
Traducción Javier Krawietz Rodríguez